¿CUÁL ES EL ANTÓNIMO DE MENTIR?
No existe, en nuestro idioma, ni en ningún otro que tenga cuantía importante de hablantes, un verbo que signifique lo opuesto o contrario a mentir.
Tiempo ha, el ilustre psiquiatra Carlos Alberto Seguín propuso, a fin de subsanar la falta, el verbo ortologar, compuesto de orto-, forma prefija del griego orthós, recto, derecho, correcto, y –logo, forma sufija del griego lógos, palabra, y sufijo-ar, formante del infinitivo verbal. Ortologar significa, pues ,hablar verazmente, decir la pura verdad, expresarse de tal modo que haya conformidad entre lo que se dice y lo que se siente o se piensa.
El verbo ortologar es formalmente impecable, pero es verbo culto y académico y en consecuencia de vigencia restricta.
El
docto Max Silva Tuesta, que amén de ejercer la psiquiatría, es vallejista y vargasllosista de reconocidos méritos, ha
propuesto el verbo veracear, que procede
de veraz, término con que se nombra al que dice, usa o profesa siempre la
verdad. Veracear es un verbo muy bien fundado y que podría popularizarse, pero
no se ha popularizado y nunca se popularizará. ¿Por qué? A ver veamos.
Una
de las cosas que el hombre ha detestado siempre es responsabilizarse, estar
obligado a responder de algo o por alguien, rendir cuentas de sus actos, andar
a cara descubierta, obrar sin disimulo, como suele hacerlo quien procede bien y
conforme a razón, o sea responsablemente.
Lo
sólito y además lo fácil y cobarde es el proceder irresponsable, mentiroso,
engañoso, fingido y falso. Por eso al hombre, hablando en general, le es
completamente ajena la verdad, y no sólo porque le gusta y le conviene la mentira,
sino porque siempre le han ocultado la verdad. Bien dijo José Ingenieros que la
impopularidad es el privilegio de todas las verdades, Y Nierszche, con su perspicacia
habitual, manifestó que lo único que se ha prohibido siempre, pro principio, ha
sido la verdad. Es que se teme, y mucho, que la verdad nos libere. Ya lo había
dicho Juan: “veritas liberábitvos.”(“la verdad o hará libre”) El poeta Paul
Valéry admitía el dicho juánico, aunque nos recomendaba temer las mismas
propiedades.
Por
último, es interesante comprobar que los términos vericia (asesino de la verdad) y vericidio
(asesinato de la verdad) no han tenido ninguna acogida ni difusión. El primero
de ellos está citado en le segunda serie
de Buenas y Malas Palabras, de Ángel Rosenblat, y en cuanto a vericidio, fue
creación mía y su único usuario ha sido el que esto escribe.
Fuente: El Comercio por Marco Aurelio Denegri.